lunes, 18 de enero de 2010

Con la reciente tragedia de Haití que no hace más que llenar minutos de pantalla en la televisión y páginas de periódicos, nos dio el otro día por recordar otros hechos que conmocionaron nuestras vidas.

Estábamos viendo por televisión cómo una mujer era encontrada bajo los escombros de un edificio en ruinas, lo importante del caso es que la mujer estaba viva. De la impresión y de la misma emoción, se me erizó el pelo, igual que cuando vi aquella foto, la del buitre que miraba ansioso su presa: una pobre niña esquelética a punto de morir. Recuerdo que esa foto ganó un Pulitzer -casi lo más a lo que puede aspirar en premios un periodista-, pero también recuerdo que Kevin Carter (su autor) se suicidó tan sólo 4 meses después de recibir el premio. Carter tuvo que hacer frente a críticas muy duras, nadie sabe lo que pasó después de que tirara la foto, nadie sabe lo que le pasó a la niña, lo que cabe preguntarse es ¿por qué no hizo nada para ayudarla?

Existe otro caso con suerte dispar pero en el que los periodistas y los presentes lucharon por que la situación cambiase. Omayra Sánchez murió tras quedarse atrapada durante 60 horas por la erupción de un volcán en Colombia. Nadie pudo hacer nada por librarla de la muerte segura, pero al menos se intentó. Su caso dio la vuelta al mundo, sus imágenes en directo, sus fotografías, como Frank Fournier quién se llevó el premio World Press Photo a la mejor fotografía del año 1985.

Con las tragedias pasa que muchos periodistas confundimos profesión con humanidad. Nuestra misión es llevar la información a la gente, sí, por muy dura que sea, sí, y soportar y aguantar el dolor propio para que eso no corrompa la noticia, sí. Tragedias como esas, como Haití o Sumatra se repiten constantemente en nuestro planeta, y los periodistas tenemos el deber de mostrarlas al público pero sin olvidar que ante todo somos personas y debemos ayudar a otras personas, que hay quien a veces se le olvida.
Como habitantes de este mundo, todos debemos poner de nuestra parte para que éste sea un poco mejor, más habitable. ¿Para cuándo una noticia amable en los informativos? Me gusta mi profesión aunque a veces me avergüenzo de algunos compañeros. Está claro que nunca llueve al gusto de todos y que de todo hay en la viña del Señor, así que el cambio pasa por cada uno de nosotros mismos. El terremoto de Haití volverá a pasar cuando menos lo esperemos, pero en otro lugar del planeta, así que sólo queda llorar a las víctimas y seguir hacia delante.

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