viernes, 26 de noviembre de 2010

El arma de los invisibles

En alguna etapa de nuestra vida todos hemos sido "invisibles", pero no en un sentido literal sino humano. Invisibles son aquellas personas que nos rodean y nos echan una mano incluso sin que nos demos cuenta. Invisibles son los amigos que nos mantienen con los pies en la tierra, que nos brindan su cariño y no nos dejan que caminemos solos ni saltemos al vacío sin red. 

Anoche, José Manuel García-Otero presentó su primera novela: "El arma de los invisibles", una historia de sentimientos, de amor y odio, de amistad, rebeldía, lealtad, donde se descubre que si uno camina con el corazón limpio y prende con fuerza sus deseos, jamás caminará solo; siempre encontrará compañeros que le ayuden y hagan fácil el trabajo. Son los invisibles. 

Esta presentación dejó patente una cosa: José Manuel García dejó una gran huella a su paso por la delegación de Canal Sur en Jerez en la que durante 9 meses siguió al Xerez CD y donde él mismo acabó encontrando a un grupo profesional y humano de calidad. Anoche, todos esos amigos le arroparon en la presentación de su libro "El arma de los invisibles", una presentación que corrió a cargo de dos jerezanos de pro como son David Gallardo y Luis Lara (ambos en la imagen). 

Seguramente José Manuel no recuerde esa noche por el enclave (el Damajuana) ni por el buen tiempo que hizo, sino por los gestos de cariño que recibió y que él mismo también ofrece siempre con esa desinteresada amistad y confianza que otorga a "sus invisibles"; aunque sin saberlo, José Manuel es también un invisible en la vida de muchas personas. En Jerez dejaste amigos y alguna que otra becaria que se quedó con ganas de aprender más y beber de tu sabiduría y tus tejemanejes en el mundillo del periodismo deportivo. 

Invisibles somos todos, y nuestra arma es el cariño y la amistad. ¡Mucha suerte en este viaje, amigo! 

jueves, 25 de noviembre de 2010

Relato: Cristales rotos

La primera vez que la vi llorar por su culpa fue a escondidas. 

No sé muy bien qué hora era, aunque puedo asegurar que tarde, porque mi madre ya me había acostado. Como cada noche, ella había sido la encargada de arroparme en la cama, contándome un cuento  mientras mi padre volvía de no sé dónde (aún sigo sin saberlo, o quizás nunca quise hacerlo). Con su voz suave y sus labios dulces me dio un beso en la frente y me susurró un "buenas noches, princesita" tan cálido como sólo una madre era capaz de pronunciar. 

Caí en un profundo sueño sumergida por las palabras de mi madre; nada podría perturbar mi placentero descanso, o al menos en eso confiaba yo cuando cerré los ojos y me dejé llevar. 

No sé qué hora era, sólo sé que abrí los ojos y vi las imágenes que desprendía sobre el techo mi lámpara de luz, escenas de animales plácidos, tiernos, incapaces de provocar dolor. En la tranquilidad de mi cuarto escuché ruidos de golpes, cristales rotos, gritos, súplicas. En ese momento no entendí bien qué pasaba aunque reconocía perfectamente las voces de mis padres. Preocupada por los ruidos me levanté de mi cama y caminé hacia la puerta de mi habitación sosteniendo con mi brazo izquierdo a mi osito Pepe, como buscando en él el apoyo de un amigo fiel. Antes de que me diera tiempo a salir al pasillo oí el portazo que daba mi padre al salir de mi casa. 

<<¡Paaaaaam!>>.

Tan fuerte que mi corazón empezó a latir preso de los nervios. A través de la puerta escuché entonces un sollozo, desolador, contenido, mezcla de rabia y resignación. Así el picaporte de la puerta y la abrí lentamente, asomando un ojo a través del pequeño hueco que había creado. Y la vi. Mi madre, una mujer alegre que siempre tenía tiempo para dedicarme un beso y una sonrisa, se encontraba ahora en una esquina de la cocina, ahogando su rabia, con el pelo enmarañado y los ojos rojos de tanto llorar, no de dolor, sino de humillación. Así se sentía en ese momento: humillada, hundida, maltratada por un hombre que decía amarla y que sólo era capaz de demostrárselo a golpes, y junto a sus pies descalzos una hilera de cristales rotos.

Mi madre nunca supo que la vi aquella noche, la primera de muchas, lamiéndose las heridas hasta el día en que los cristales rotos que había dejado su corazón ya no se pudieron unir nunca más.


CONTRA EL MALTRATADOR, TOLERANCIA 0

domingo, 21 de noviembre de 2010

Las telenovelas (Viaje al pasado III)

Seguramente me dejo mucho en el tintero, pero el tiempo apremia y no tengo sitio para más. No he puesto las canciones que marcaron una época, mi época, aunque se puede adivinar que crecí escuchando Mecano, Ana Belén y Victor Manuel, Joan Manuel Serrat (estos últimos por decisión paterna), Hombres G..., todos grupos que surgieron en los 80 y que acabé oyendo por influencias sisterianas. 

Como casi todo en mi adolescencia - víctima de ser la pequeña de la casa-, siempre acababa viendo lo mismo que veían mis hermanas o mis padres; y entre esos programas visionados en principio casi por esfuerzo pero deborados finalmente con tremenda pasión, están las telenovelas. Soy de una época en que las telenovelas eran nuestras series de moda, nuestro Arrayán o Amar en Tiempos revueltos, presentadas cada una de ellas por aquella mujer de la que ahora no recuerdo el nombre, pero que anunciaba con tremenda pasión cómo no podíamos perdernos La Dama de Rosa

Viví mi adolescencia disfrutando de telenovelas como la anteriormente nombrada, Agujetas de color de rosa, Abigail, y un sinfín de títulos más donde destacó finalmente una entre todas ellas. Fue argentina (no podía ser de otro modo), y su trama, la actitud cómica pero independiente de su protagonista, el amor... (ah! el amor, ese sentimiento capaz de mover montañas), lograban que no me moviera del sofá, justo en esa etapa en la que veíamos las telenovelas porque anhelábamos vivir un amor como el que disfrutaban y sufrían las protagonistas de las telenovelas, pues ¿qué sería de la vida sin ese sentimiento? y ésta, Perla Negra, no fue una excepción. Si tuviera que escoger una telenovela que marcase mi adolescencia, sin duda elegiría ésta. 

Para quien no la conozca, aquí dejo un vídeo del primer encuentro que tienen sus protagonistas en el capítulo uno. Puede resultar ñoño o directamente una estupidez, pero han pasado más de 15 años desde que la vi y aun la recuerdo escena por escena. 

Puede que en pocos días me haga un año más mayor, pero hay cosas, sentimientos, aficiones, gustos, que no cambian nunca. Por eso, todo lo recordado hasta ahora me sigue pareciendo fascinante y sigo disfrutando de ello como la primera vez. 



sábado, 20 de noviembre de 2010

Una mañana sin internet

Una tarde, no hace mucho, hablaba con unas amigas sobre cómo era nuestra vida cuando no estábamos dominadas por las nuevas tecnologías, cuando no disponíamos de teléfonos móviles para mandar algún mensajito, y nos preguntamos cómo hacíamos para ver las fotos que nos hacíamos con aquella cámara Kodak de carrete cuando no existía Tuenti donde subirlas y "etiquetarnos". 

Encontrar la respuesta a estos interrogantes se nos hizo cuanto más eterno. Nos costaba recordar aquella otra vida en la que simplemente llamábamos al timbre de la puerta para preguntar si podía Pepita bajar a jugar; la sentíamos tan lejana que parecía ser parte de un sueño, de una realidad alternativa que nunca llegamos a vivir. Pero sí, existía (y existe) otra vida más allá del móvil, de internet. Aunque es una realidad difícil de asimilar. 

Hoy, durante toda la mañana me he quedado sin internet en casa. Antes podía haber pasado por un suceso poco más que anecdótico, sin embargo ahora, en plena era de las Nuevas Tecnologías, ha sido como encontrarse varada en el océano sin una bengala que lanzar al aire. Aislada, sin poder comunicarme con el exterior, sin Facebook, Tuenti, Twitter, sin correo electrónico, un aislamiento tecnológico total. Descorazonada ante la idea de no poder mirar mis mensajes pendientes. Y esas cinco horas sin internet me hacen preguntarme ¿cómo vivíamos antes sin internet? 

El caso es que se podía vivir, y vivíamos bastante bien. Supongo que amoldamos nuestros actos a la vida que nos toca vivir (valga la multi redundancia) y ahora es época de toca tirar de internet. Por suerte, aún hay momentos que hacen olvidarse durante un rato de las redes sociales, los blogs y las webs, esos ratitos que nos brinda el estar con la gente en persona y que ninguna máquina puede sustituir jamás: el contacto humano. 

Se puede vivir sin internet, sí, aunque cuando falta (aunque sea durante un ratito) puede generar un caos inicial capaz de desestabilizar media vida. No hay que pensar en eso, debemos simplemente aprender a compaginar nuestro mundo virtual con nuestra vida real. 

Las películas de una infancia feliz (Viaje al pasado II)

No cabe imaginarse una infancia en los años 80 sin el visionado de las películas más emblemáticas de nuestras jóvenes niñas promesas. Yo fui una de tantas niñas que se bebía las historias de Marisol, Rocío Dúrcal y Pili y Mili. Y durante muchos años disfruté (y sigo disfrutando) de ellas. Son películas que se han quedado en el recuerdo de una infancia, sentada en mi sofá de sky marrón de mi piso de San Telmo, frente a esa tele de botones y sin mando a distancia (el mando era yo, para algo era la pequeña de la casa).  

Un rayo de luz, Tómbola, Tengo 17 años, Ha llegado un ángel, Canción de Juventud... Películas divertidas, entrañables, musicales, que hacían que cada vez que las viera me animara a cantar junto a Marisol o Rocío Dúrcal sus canciones. No concibo mi vida sin estas películas, sin esas tardes, sin esas canciones. 

El primero, una de las canciones que más me gustan de la película Canción de Juventud, de Rocío Dúrcal... "La niña buena aprende el catón y [...] sigue los consejos de papá y mamá..." 


El segundo, de otra niña prodigio. Marisol y otra de mis canciones preferidas, en esta ocasión de la película Ha llegado un ángel. "Que maravilloso es quererte así..."



jueves, 18 de noviembre de 2010

Viaje al pasado I

Soy de una generación pasada. Los niños de ahora e incluso amigos míos unos cuantos años más jóvenes que yo, a veces se sorprenden por las cosas de mi infancia que ellos no conocieron o consideran "antiguo" (aunque lo mismo pienso yo de ellos cuando me dicen que no vieron nunca a Poti-Poti). 

Poco a poco se va acercando el día en que me haga un año más viejecita, rozando, casi tocando con los dedos los 30... pero aún no, aún queda para pasar a ser de los "treinta y..." Por eso, por la cercanía de la fecha, empiezo un revival de aquello que alguna vez fue importante en mi infancia. Seguramente me falte tiempo para ponerlo todo, pero para algo sí me da. 

Hoy, empiezo este recuerdo al pasado con uno de mis dibujitos favoritos cuando era pequeña. Quien sea de mi quinta, seguro que lo conocerá al instante.



Y como no, uno de los dibujitos con los que me atracaba todas las mañanas antes de ir al colegio.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Y tú, ¿Cuántos amigos tienes?

Tengo un centenar de amigos en Tuenti, otros tantos en Facebook y 19 seguidores en Twitter. Así se resume ahora la vida social de las personas, según los "amigos" que tengas admitidos en tus redes sociales. Amigos. De ésos hay pocos en la vida, sin embargo estas páginas virtuales te otorgan el extraño placer de pensar que tienes más de uno. Pero no nos engañemos, las redes sociales aglutinan desde buenos amigos, pasando por conocidos, compañeros de carrera con los que no has cruzado más de una frase en cinco años, el vecino del quinto y hasta aquel compañerito que jugaba contigo en el recreo del colegio y que hace 20 años que ves.
Eso son las Redes Sociales, un espejismo de falsa amistad.

Aunque si bien hay que reconocer que tiene sus puntos buenos (que haberlos haylos). Si se utilizan de la manera adecuada, Facebook, Tuenti y sus derivados ayudan a mantener el contacto con esas personas especiales, amigos queridos, que por circunstancias ajenas a una misma están lejos. Las redes sociales sirven para estar al tanto de sus vidas, mandar pequeños mensajes (sustitutos de las antiguas llamadas telefónicas), y para recordarle a la otra persona que al otro lado sigue teniendo un amigo.

Eso tiene de bueno una red social, puede ser un canalizador para mantener el contacto, la "amistad" con esas personas a las que uno no quiere perder nunca de vista.

Sin embargo, no todo es un jardín de rosas. ¿Dónde está el control en su uso? Muchas personas se vanaglorian de tener más de mil amigos virtuales, entre los cuales sólo un tercio son amigos reales, el resto desconocidos (de ahí la falsa amistad). Pero lo peor llega cuando son los más pequeños, los niños/as, los que entran a formar parte de las Redes Sociales. ¿Cómo un padre permite que su hija de 7 años tenga un perfil en Facebook y en Tuenti? ¿Dónde queda eso de la protección al menor? Esta claro, que si no se le pone remedio desde el mismo hogar familiar, el resto poco podemos hacer para evitarlo.

Es un error, se mire por donde se mire, un craso error que se permita a los menores participar en estas redes pues sustituyen su vida por un ordenador. Antes, cuando yo era una infante, mi red social era la plazoleta de mi barriada, ahí era donde tenía a todos mis amigos, ahí charlaba, jugaba y vivía. Ahora, los niños sólo viven por y para la pantalla.

Una verdadera pena, porque aunque las redes sociales estén muy bien, y uno se ría mucho comentando tal o cual frase, eso no puede sustituir nunca los abrazos espontáneos, las palabras reconfortantes, las miradas complices, las conversaciones en el Fridays, los besos necesitados..., todo lo que hace que los amigos lo sigan siendo, y ocupen un lugar privilegiado en nuestras vidas por muchos años (y a pesar de las distancias).

lunes, 8 de noviembre de 2010

Se busca pareja de la S a la Z

Pues sí. Lo he estado pensando todo el fin de semana y creo que es lo mejor.

El nuevo proyecto de Registro Civil ya está dando qué hablar. Eso de decidir por orden alfabético los apellidos de los hijos en caso de que los padres no se pongan de acuerdo a la hora de inscribirlo, en un principio, me parecía buena idea. Tras meditarlo me he dado cuenta que puede dar lugar a peleas innecesarias y manipuladas; aunque siendo sincera, di cuenta de ello gracias a mi bien entendido padre (después de haberle llamado "machista").

Si yo quiero que mi futuro (e inexistente) primogénito lleve mi apellido el primero, sólo (¿o es solo?) tengo que buscarme un novio cuyo apellido vaya por detrás del mío en el alfabeto. Ya, a la hora de buscar pareja, no habrá que ir "pidiendo la cartilla" como se decía antiguamente, ahora lo primero que preguntaremos es: ¿Por qué letra empieza tu apellido?

La ley de los apellidos da cuenta de todo esto, aunque el Gobierno está abierto a otras opciones, ya que según Alfredo Pérez Rubalcaba, esta medida "no es justa, ni igualitaria". Imaginaos las peleas en la habitación de hospital: el padre y la madre discutiendo por ver qué apellido constará primero en el nombre de su hijo/a, no llegando a un acuerdo porque ambos quieren su apellido, y el que vaya primero siempre ganará.

Por eso lo he pensado. Si me "consigo" un novio cuyo apellido vaya de la s a la z, siempre tendré las de ganar en caso de que no nos pongamos de acuerdo.

Ya lo dice el refrán: Hecha la ley, hecha la trampa.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Convulsión en la ortografía

Iba a dedicar este post a escribir sobre varios problemas relativos a mi ciudad, pero la noticia que he recibido esta tarde al encender el ordenador me ha hecho cambiar drásticamente de asunto.

Sé que los cambios a la larga suelen ser buenos, pero ahora SÓLO pienso en todo lo que aprendí en mis años de escuela y que ahora los señores de la Real Academia Española han cambiado de golpe y por raso. Desde ahora, la "w" se llamará "doble uve" (aunque me resultaba más fácil decir "uve doble", de toa la via...), y la "i griega" ya no lo es, ahora sólo la Reina Sofía lo será. Para colmo nuestras tan queridas ch y ll, dejan de ser definitivamente letras del alfabeto (ya hacía tiempo que estaban algo apartadas pero quedaba la esperanza de que volvieran), ahora sólo (¿o es solo?) serán dígrafos.


Pero eso no es todo. Desaparece la tilde diacrítica, aquella encargada de diferenciar entre dos palabras que se escriben igual pero significan diferente, en muchas reglas ortográficas. De esta forma, desaparece la tilde en palabras tan identificables como "sólo" cuando se refiere a "solamente", ahora ¿qué sentido le damos a la frase: "Esta noche voy solo al cine"?; y los que tienen más de un quebradero de cabeza con la acentuación entre los pronombres y demostrativos ya no sufrirán más, la RAE ha eliminado esta distinción... podéis respirar tranquilos. Adiós también a la tilde en la "o" cuando se escribía entre dos números, cuidado a esto, no vaya a ser que muchos se crean que la "o" es un cero...

Todas estas supresiones sirven para hacer una reflexión sobre la ortografía actual. Un tuit de @rosamariaartal dice: "La RAE busca que la ciudadanía no se esfuerce, estamos tan cansaditos de pensar. No hacemos otra cosa". Y a mí me parece que tiene razón. No hacemos más que ponerle las cosas fáciles, simples, a las nuevas generaciones; todo masticadito, para que no les resulte muy complicada su vida, su escuela. En mi época, y hasta hace pocos meses, me podían suspender un examen por faltas ortográficas, sobre todo las ¡tildes! ¡Cuántas veces nos habrá recordado María Márquez, profesora de Lengua en la Facultad de Comunicación de Sevilla, que debíamos repasar los exámenes antes de entregarlos porque las tildes mal puestas restaban puntos! Ahora, los chavales harán sus exámenes sin temor a no saber colocar correctamente unacento en el caso de que la palabra sea un pronombre o un demostrativo, o si nos referimos al "solo" adjetivo o al "sólo" advervial. Todo mascadito, para que no se les complique mucho su existencia.


Adiós a esas reglas que cuando las estudiamos en su día nos costaba aplicarlas (y que aún cuestan a veces); esas normas que nos hacen detenernos a pensar, a comprobar si lo que escribimos es correcto o no. Ya no hay motivos por los que pensar. Lástima.


PD: En el siguiente blog hay una entrevista en exclusiva con Ortografía. ¡Qué mal debe de estar pasándolo! http://lafragua.blogspot.com/

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