sábado, 10 de agosto de 2013

MJ vs la mar... Win la mar


Me vais a permitir que por un día abandone la política, los videos musicales y las noticias de interés general para contaros mis peripecias de ayer en lo que fue el día de playa más movido y más sufridor de los que recuerdo... 

Cuando el día de playa empieza mal desde la tarde anterior, es indudable que seguirá mal hasta el infinito y más allá. Ayer fue de esos días en que te ríes sólo porque no te queda otra manera de afrontar todas las desgracias que van sucediéndote. Porque sí, ayer me tocaron a mí todas juntas. Me lo pasé bien, porque me reí mucho pero ¡vaya heridas de guerra que tengo hoy! 


Para empezar, llegué a la playa con un corte en el pie izquierdo que me había hecho la tarde anterior en la playa, con las rocas. En vista de eso decidí agenciarme unas chanclas que cubren todo el pie (de esas que se usan para los deportes de agua). Heme aquí que nada más llegar a la playa y plantar la sombrilla, me fui resuelta al agua con mis zapatillas megaguays... ¿Y qué pasó? pues a la primera ola el zapato se salió (vete tú a saber cómo) y ¡zas! corte en el dedo pequeño del otro pié, el derecho... Eso ya me tuvo todo el día pendiente de mi dedico el pobre, con su corte y su escozor por la sal del mar. 


Hasta aquí una de las desgracias del día. La otra fue a causa de la marea... Estaba alta, como toda la semana y mi playa al ser pequeñita, si sube el agua acabas en las rocas en modo salamandra. Y el agua fue subiendo y subiendo, y nosotros construyendo una muralla de contención para parar el envite del agua; pero parece ser que la fuerza del agua fue más potente que nuestro muro (hecho por un arquitecto titulado, mala señal) y el agua llegó, y llegó con tan mala suerte que al creer que llegaría hasta mi bolsa de la playa, rodé de la tumbona en plan kamikace, con tan mala fortuna que acabé con el brazo como puede verse en la foto de abajo. Además de esa herida tengo incontables cardenales por otras partes del cuerpo producto de mi "escape fron the chair"... 

Pero es que las catástrofes no acaban aquí. Tras la caída y la lucha con la marea, el agua volvió a embestirnos con tan mala fortuna que se llevó por delante nuestra nevera con el tropel de cremas para el sol que teníamos colocadas estratégicamente sobre la susodicha nevera. Y henos aquí que tuvimos que nadar para rescatar las cremas solares del agua. Si alguien en estos días encuentra una bolsa azul con un peine y una crema amarilla para la cara, que sepa que es mío. Fue irrecuperable. 

Y así entre risas, entre batallas personales contra la mar (en las que indudablemente yo perdí todas) y entre la obsesión por que las cosas estuvieran a salvo del agua, el día a pesar de todo, fue un gran día. Porque al fin y al cabo lo que importa es con quién compartía esos momentos de risas y sufrimiento. 

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