jueves, 8 de abril de 2010

Un día en el Alamillo

Una pelota, el sol y una manta, eso es todo lo necesario a veces para pasar un buen rato, además, como no, de estar junto a la mejor compañía. Hoy no podía haber escogido una mejor. El Parque del Alamillo de Sevilla ha sido espectador de lujo para un reencuentro de esos que quedan en la memoria, de una compañía que ya se echaba en falta.


Vivimos contínuamente planeando nuestro futuro, desesperados por hacernos un hueco en el cruel y despidiado mundo laboral. Soñamos con hacer eso para lo que durante tantos años nos enseñaron en la universidad. Trabajo, trabajo, trabajo. Pero mientras eso no llega, aprovechamos los pocos ratos que tenemos para discutir esos asuntos, bien en un bar barato de la Alameda, bien sentados bajo el sol.

Hoy era el día para reencontrarse de nuevo. Para abrazar a esa persona que tan importante ha sido - y es- en mi vida y pedirle, entre sonrisas y "chutes" a un balón amarillo de plástico, esa dedicatoria que tanto se ha resistido. Mi libro ya tiene su firma y sus hermosas palabras, grabadas con boli negro pero imborrables para SIEMPRE. Hoy era el día de disfrutar del sol de Sevilla, sentados en mi mantita, relatando las idas y venidas de la difícil vida de un periodista recién licenciado en paro. Hoy era el día para jugar a la pelota, para dar pataditas al balón bajo la mirada curiosa y divertida de los que me acompañaban. Hoy era el día para disfrutar de nosotros y con nosotros; era el día para reunirse y ver que aunque el tiempo nos haga envejecer no borra esa amistad forjada en un aula universitaria, sino que perdura pues la ilusión de estar juntos es más fuerte que el olvido.

Hoy ha sido el día para veros, para verte y para disfrutar juntos, como lo hacíamos hace apenas unos meses, olvidándonos de todo lo malo y dejando hueco a la esperanza y la amistad... ¡Gracias!

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