Había pasado 25 horas en aquella ciudad y ahora volvía de nuevo a alejarse de ella. Atrás quedaban los recuerdos vividos en esas pocas pero intensas horas, y en su piel aún sentía el calor de un abrazo cariñoso síntoma del final de una entrañable velada; los gritos desmesurados de una sala llena de adolescentes y la música mora de una noche de tés y humos. Dejó que su mente vagara por los estantes que almacenaban los recuerdos como un bien preciado, mientras el mundo avanzaba con la rapidez de un tren de alta velocidad.
El día comenzó como uno de tantos, acudió a su trabajo como cada mañana pero con la salvedad de que al acabar la jornada cogería un tren con destino: El Paraíso. Había planeado esas 25 horas al milímetro, nada se le escaparía en un día tan especial, o eso pensaba ella, pues al final cuando regresaba de vuelta sólo una cosa se había resistido a funcionar. La parte académica de su excursión

La noche acabó alargándose más de la cuenta. Una luz roja ambientaba la improvisada haima que habría de acogerla hasta altas horas de la madrugada. La noche siguió entre tés y conversaciones de esas que duran hasta que el sueño vence, como antaño. Se acostó y soñó con el mañana, con la esperanza del triunfo y las ganas de seguir...
La vio sentada en las escaleras mientras cruzaba la calle en dirección a ella. Un par de sonrisas y un abrazo necesitado, dos amigas que se reencontraban tras varios mese

Fuera se hacía de noche, el sol se ocultaba ya en el horizonte y marcaba el final de un viaje plagado de sopresas y de encuentros que de seguro no tardarían en repetirse.
1 comentario:
Guau... qué bonita entrada!!!!!
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