viernes, 18 de septiembre de 2009

No hay mucho que decir...

Muchas veces ésta es la única manera de sacar fuera lo que uno tiene dentro.

La tristeza embarga a todo el que toca con su fino velo, tan invisible que no lo ves venir hasta que ya lo tienes encima. En momentos así uno no sabe qué es lo mejor, si mantenerse medianamente alegre o sumarse a la melancolía. Si estás "feliz" quizás peques de insensible. Lo único seguro es que hay que estar ahí, apoyando, animando, o simplemente escuchando. Durante esas interminables horas, el dolor aparece a cada instante; una palabra, un gesto, la visión de algo puede hacer saltar el muelle y que las lágrimas surquen sus - ahora- pálidas mejillas.
Nadie está preparado para algo así. Por mucho que uno se conciencie de que tiene que pasar, cuando sucede SIEMPRE pilla por sorpresa.
Duele, lo sé, pero hay que ser fuerte y continuar con la vida que hemos dejado aparcada en este tiempo. Poner de nuevo en marcha el engranaje, y sobre todo no olvidar nunca a las personas que quisimos y que un día nos dejaron.
Las palabras no dan consuelo, pero dejan marca de lo que sentimos y de que estamos ahí SIEMPRE, porque ese es nuestro cometido y nuestro deber.
Mucho ánimo desde este humilde blog.

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