sábado, 26 de septiembre de 2009

Tarde de sábado

Fuera llueve. Empieza a hacer frío y las tardes se hacen eternas. Síntomas inequívocos de que el otoño está comenzando.

La música melancólica (más de lo habitual) de Pereza invade la habitación. Añoranza. Es sólo un sábado más, soporífero, de esos en que no ves el tiempo de ir a la cama. En días así su mente viaja hacia otra ciudad. Hace memoria de esos días en que disfrutaba de buena compañía, y tuerce la boca en una mueca triste. "¿Cuándo se repetirá?". La pregunta la atenaza una y otra vez. "Está lloviendo, lloviendo otra vez", canta Pereza, pero miente. En la calle ya no llueve, las nubes se han disipado y el rastro del sol que aun no se ha escondido aparece timidamente. Aún así, es un día triste. No puede hacer más que esperar a que ese momento llegue, aunque para eso tenga que esperar demasiado. Sabe que sus incertidumbres son infundadas, que sólo quedan por pasar cosas buenas, aun así, estas tardes de sábado no ayudan a los pensamientos positivos. No saben cuánto les echa de menos, aunque lo repite continuamente.

Estos días son los ideales para una partida de Trivial.


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